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Os dejo
unos datos y unos enlaces a El Mundo y
a Muy Interesante, donde podéis
ampliar información.
El 24 de febrero de 1616, la
Inquisición Romana aprobó dos proposiciones que censuraban la teoría
heliocéntrica de Nicolás Copérnico. Al día siguiente amonestaron a Galileo Galilei, uno de los científicos más reputados del continente, y le
conminaron a abandonar el sistema copernicano.
Remontémonos a 1543, año de la muerte de Nicolas Copérnico. Ese año permite la
publicación de su obra, De revolutionibus orbium coelestium. Curiosamente además de astrónomo fue ¡¡canónigo!!
Quizás se olía lo que podía pasar y espera hasta sus últimos días para que sus
ideas sean divulgadas. En su obra afirmaba
que era posible explicar los movimientos planetarios mediante un sistema heliocéntrico. La hipótesis cobró fuerza, y la autoridad de
Aristóteles comenzó a ponerse en duda. Años después, Galileo Galilei descubrió con su telescopio montañas en la Luna
–algo que se consideraba impropio de un cuerpo celeste– y satélites que giraban
en torno a Júpiter, lo que demostraba que no todo lo hacía alrededor de la
Tierra. Además, el hallazgo de las manchas solares evidenció que el astro rey era imperfecto, y el estudio de las fases de Venus probó que este mundo seguía una órbita en torno al Sol. El geocentrismo se desmoronaba.
Y se
empieza a propagar, se enseñan en algunas Universidades, como por ejemplo la de
Salamanca, junto con la teoría Geocéntrica, imperante hasta ese momento. Pasan los
años, mas de 70, acompañados de ciertas polémicas
por los nuevos descubrimientos, lo que termina
por provocar un encontronazo con la jerarquía eclesiástica… y la verdad
científica.
Una comisión
formada por once teólogos, ninguno astrónomo, concluyeron que la idea de que el
Sol era el centro del universo y estaba inmóvil era “estúpida, absurda en filosofía y formalmente herética por contradecir
la Sagrada Escritura”. Asimismo,
señalaron que afirmar que la Tierra no era el centro del universo y que giraba sobre
sí misma era “absurdo” y “erróneo en la
fe”. Días después, el papa Pablo V, llamó a Galileo para comunicarle que
debía abandonar esa opinión y abstenerse de
enseñarla y defenderla, o iría a prisión.
Galileo
abjuró, se libro esa, y alguna vez mas, de la “justicia” eclesiástica. Lo que
pasó después, hasta hoy, lo sabrás más o menos, pero seguro que no conocías que
la obra
heliocéntrica de Copérnico permanecería en el índice romano de libros
prohibidos, (Index Librorum Prohibitorum et
Expurgatorum), hasta el año 1835.