Se va el 2013 y antes de que
acabe quería recordar algunas efemérides, por ejemplo que hemos celebrado el
sexagésimo aniversario de tres hitos científicos importantes para la biología
molecular: en 1953 J.D. Watson y F.H.C. Crick publicaron la estructura en doble
hélice del ADN, en base a los datos experimentales que habían obtenido otros
investigadores entre los que destaca la gran química R.E. Franklin. Además, ese
mismo año se publicó por F. Sanger, muy recientemente fallecido, y E.O.P
Thompson la primera secuencia de aminoácidos de una proteína, en concreto la
insulina bovina. Y el tercero fue un experimento que pronto se convertiría en
uno de los más famosos y revolucionarios de la historia: el “experimento de
Miller”.
El experimento propuesto consistía en mezclar los gases que se consideraban presentes en la atmósfera terrestre primitiva –metano, amoníaco, hidrógeno y vapor de agua–, y comprobar si al reaccionar entre sí podrían producir compuestos orgánicos fundamentales para la vida., y así apoyar la ideas de Aleksandr I. Oparin sobre el origen de la vida. Para ello se debía trabajar en ausencia de oxígeno, y lógicamente el experimento tenía que llevarse a cabo en condiciones abióticas, excluyendo la participación de cualquier agente o actividad biológica durante el proceso. Por tanto, era necesario esterilizar todo el material que se iba a utilizar... y más cosas. Por supuesto hizo varias pruebas, en distintas condiciones, y se consiguió sintetizar moléculas que están presentes en todos los seres vivos: glicina y otros aminoácidos de los que constituyen las proteínas, algunos hidroxiácidos, urea y otras biomoléculas.
Investigaciones actualmente en curso en el ámbito de la química prebiótica han seguido probando diferentes composiciones gaseosas en “experimentos tipo Miller”. Parte de esas líneas de trabajo fueron desarrolladas por el propio Miller hasta su muerte en 2007.
Así, cada día es más evidente que los bloques o monómeros para la formación de los biopolímeros pudieron aparecer como resultado de reacciones químicas relativamente sencillas dentro o fuera de nuestro planeta. (adaptado de Naukas, lee el original en Mis enlaces, columna derecha)
El experimento propuesto consistía en mezclar los gases que se consideraban presentes en la atmósfera terrestre primitiva –metano, amoníaco, hidrógeno y vapor de agua–, y comprobar si al reaccionar entre sí podrían producir compuestos orgánicos fundamentales para la vida., y así apoyar la ideas de Aleksandr I. Oparin sobre el origen de la vida. Para ello se debía trabajar en ausencia de oxígeno, y lógicamente el experimento tenía que llevarse a cabo en condiciones abióticas, excluyendo la participación de cualquier agente o actividad biológica durante el proceso. Por tanto, era necesario esterilizar todo el material que se iba a utilizar... y más cosas. Por supuesto hizo varias pruebas, en distintas condiciones, y se consiguió sintetizar moléculas que están presentes en todos los seres vivos: glicina y otros aminoácidos de los que constituyen las proteínas, algunos hidroxiácidos, urea y otras biomoléculas.
Investigaciones actualmente en curso en el ámbito de la química prebiótica han seguido probando diferentes composiciones gaseosas en “experimentos tipo Miller”. Parte de esas líneas de trabajo fueron desarrolladas por el propio Miller hasta su muerte en 2007.
Así, cada día es más evidente que los bloques o monómeros para la formación de los biopolímeros pudieron aparecer como resultado de reacciones químicas relativamente sencillas dentro o fuera de nuestro planeta. (adaptado de Naukas, lee el original en Mis enlaces, columna derecha)
Buen año. Buena vida a todos.